Hoy empecé pensando en la condición actual de mi alma, en cómo Dios me había llenado de dones y bendiciones para estar hoy aquí, sintiendo lo que siento y viéndolo en donde lo estoy viendo. Pensando en como me ha permitido encontrarlo tantas veces en este camino, con sonrisas, personas, mensajes, oraciones, podcasts, comuniones, homilías o simplemente con poder sentir su presencia. Muchos milagritos para tan poco tiempo.
Pero el pensar en todo ese poco a poco cesó, y bajo el rayo del sol me cuestioné acerca de la libertad. Por que he visto que a pesar de tantos milagritos, no siempre los he tomado con el corazón mas abierto y sincero, no siempre lo he escuchado como debería, pero quiero hacerlo.
La libertad no es poder caminar por donde yo quiera, sino caminar hacia donde él quiere. Estoy cruzando España, sin responsabilidades ni limitaciones, sin prisa. Y a pesar de estar caminando por campos inmensos, y a pesar de tanta libertad, no siempre me siento libre. A pesar de tanta aventura y estar tan fuera de mi zona de confort, no siempre tengo ese corazón valiente. No por seguir las flechas amarillas que me dicen a donde ir, sigo las flechas que tiene Dios.
Y se vale, se vale sentirse así, sentirse vulnerable o con miedo de como seguir con esa vulnerabilidad, pero sabes que, al ser vulnerables eres mas fuerte por que estas sintiendo.
Así que ante tantos sentimientos, tantas preocupaciones, tantas vulnerabilidades, quiero ser libre.
Por que la verdadera libertad no es un paisaje inmenso, ser libre no es ir sin rumbo, ser verdaderamente libre no es poder elegir lo que quieras.
Ser libre es: ser sincero ante Dios, ser sincero ante ti, y aunque haya limitaciones, preocupaciones o dudas, ser libre, es seguir sus flechas durante el camino.
No siempre esas flechas llegarán a donde crees querer que vayan, pero todas esas flechas, si son de Dios, llevan a la verdadera felicidad, son las flechas, que ahorita, me llevan a Santiago
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