Hace unos días tuvimos la dicha de ser testigos del anuncio de dos nuevos santos para la Iglesia, y no puedo dejar de pensar en el llamado tan fuerte que esto representa. Ese júbilo en el que nos hemos visto envueltos es, en realidad, una invitación y un recordatorio: todos estamos llamados a la santidad, así como lo vivieron Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis.
Ellos vivieron su vida ordinaria de manera extraordinaria, sin dejar nunca de mirar hacia el cielo… porque esa es la meta. A veces creemos que la santidad es algo inalcanzable o reservado únicamente para tiempos lejanos, pero no es así. La canonización de Carlo y Pier Giorgio nos recuerda que la santidad es posible hoy, en nuestro mundo, en nuestra generación.
El momento en que vimos a los padres de Carlo presentes en la ceremonia fue profundamente conmovedor y me llevó a preguntarme: ¿qué sentirán? Lograron su misión de acompañar y criar a su hijo para el cielo. ¡Qué misterio tan grande y qué locura tan hermosa!
La santidad no empieza en gestos grandiosos, sino en lo pequeño: en nuestra casa, en el trabajo, en la universidad, con la familia y los amigos, en cada encuentro con las personas que nos rodean. Porque Dios ve los esfuerzos más sencillos y conoce lo que hay en nuestro corazón.
Qué providencia que esta canonización haya sucedido en el Año de la Esperanza. Es un recordatorio para nosotros de que todos estamos llamados al cielo, que la esperanza nunca muere y que, aun cuando el camino parezca difícil o cansado, Dios siempre sostiene, acompaña y da los medios necesarios para alcanzarlo.
Hoy podemos pedir la intercesión de estos nuevos amigos en el cielo, que con su ejemplo nos muestran que la santidad no es un ideal lejano, sino un camino posible y real. Que Pier Giorgio y Carlo nos ayuden a recordar que la meta es el cielo… y que la santidad comienza hoy, contigo y conmigo.





