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Categoría: FE

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Señor, ¿hoy qué quieres hacer con mi corazón?

Señor, ¿hoy qué quieres hacer con mi corazón?

Llevo varios días con el deseo de escribir y, en medio de la misa, resonó en mi interior esa pregunta que tantas veces me hago: “Señor, ¿hoy qué quieres hacer con mi corazón?”

Más que una frase bonita, esta pregunta es un acto de abandono y de confianza. Porque implica reconocer que el Señor transforma de maneras que quizá no comprendemos del todo, pero que siempre buscan nuestro bien. Para mí, es dejarme sorprender por Él.

Y, siendo honesta, no siempre es fácil. ¡Cuántas veces nos cuesta soltar el control! Vivimos pendientes de todo, queriendo tener las riendas en nuestras manos, y en ese afán dejamos de asombrarnos y maravillarnos de los regalos que Dios nos da día a día.

A veces caemos en ese frío del alma en el que no sabemos ni cómo regresar a casa. Pero basta con abrirle la puerta al Señor y dejar que entre en nuestro corazón. Él renueva, Él restaura, Él nos regala ese encuentro que tanto anhela nuestra alma. Porque si pensamos que en la vida solo tenemos un gran encuentro con Dios, estamos equivocados: todos los días estamos llamados a vivir múltiples encuentros y pequeñas conversiones que nos hacen caminar de nuevo hacia Él.

Últimamente he comprendido que nada es casualidad, que todo es gracia y que la creatividad de Dios no tiene límites. Por eso hoy quiero invitarte a hacer una pausa y preguntarle:
“Señor, ¿hoy qué quieres hacer con mi corazón? ¿Cómo quieres que te ame?”
Y después, dejarte sorprender con su respuesta.

No necesitamos saberlo todo ni tener claridad en cada paso; lo que sí necesitamos es un corazón abierto y dispuesto a renovarse constantemente en ese encuentro de amor.

Porque a veces dejamos que el invierno del alma se vuelva permanente, cuando en realidad debería ser como en la vida: temporal, para dar paso a la primavera que calienta el corazón y nos llena de esperanza.

Déjate encontrar por el Señor, entrégale tu corazón una vez más y atrévete a ir mar adentro de su mano… para enamorarte cada día más de Él.

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¿Santos modernos?

Hace unos días tuvimos la dicha de ser testigos del anuncio de dos nuevos santos para la Iglesia, y no puedo dejar de pensar en el llamado tan fuerte que esto representa. Ese júbilo en el que nos hemos visto envueltos es, en realidad, una invitación y un recordatorio: todos estamos llamados a la santidad, así como lo vivieron Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis.

Ellos vivieron su vida ordinaria de manera extraordinaria, sin dejar nunca de mirar hacia el cielo… porque esa es la meta. A veces creemos que la santidad es algo inalcanzable o reservado únicamente para tiempos lejanos, pero no es así. La canonización de Carlo y Pier Giorgio nos recuerda que la santidad es posible hoy, en nuestro mundo, en nuestra generación.

El momento en que vimos a los padres de Carlo presentes en la ceremonia fue profundamente conmovedor y me llevó a preguntarme: ¿qué sentirán? Lograron su misión de acompañar y criar a su hijo para el cielo. ¡Qué misterio tan grande y qué locura tan hermosa!

La santidad no empieza en gestos grandiosos, sino en lo pequeño: en nuestra casa, en el trabajo, en la universidad, con la familia y los amigos, en cada encuentro con las personas que nos rodean. Porque Dios ve los esfuerzos más sencillos y conoce lo que hay en nuestro corazón.

Qué providencia que esta canonización haya sucedido en el Año de la Esperanza. Es un recordatorio para nosotros de que todos estamos llamados al cielo, que la esperanza nunca muere y que, aun cuando el camino parezca difícil o cansado, Dios siempre sostiene, acompaña y da los medios necesarios para alcanzarlo.

Hoy podemos pedir la intercesión de estos nuevos amigos en el cielo, que con su ejemplo nos muestran que la santidad no es un ideal lejano, sino un camino posible y real. Que Pier Giorgio y Carlo nos ayuden a recordar que la meta es el cielo… y que la santidad comienza hoy, contigo y conmigo.

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Saber esperar en el Señor….

Cuando Dios abre una puerta, nadie puede cerrarla. Y cuando Él la cierra, nadie podrá abrirla. Dios conoce el momento exacto en que esa puerta debe abrirse para que podamos pasar. A veces sentimos que tarda, creemos que no nos escucha, y nos desanimamos. Pero en realidad, nos está preparando. Su silencio también forma parte del plan. Es un espacio donde nos moldea para que estemos listos para lo que viene.

El Señor quiere que le entreguemos todo: nuestros planes, anhelos, miedos, frustraciones, dudas… todo. Porque cuando dejamos entrar a Dios, entra también su orden, su paz y su propósito. Sus tiempos no fallan. Son exactos, aunque no siempre se ajusten a nuestros deseos inmediatos.

A veces duele anhelar lo que aún no podemos tener. La espera se vuelve pesada, y el corazón se llena de preguntas. Pero es justo ahí, en esa fragilidad, donde la confianza se convierte en fuerza. Confiar en Dios no elimina el anhelo, pero sí lo sostiene. Porque quien confía, espera con esperanza, y no con desesperación.

La creatividad de Dios no tiene límites. Nosotros, con visión corta y limitada, solo vemos una parte del camino. Pero Él ve el panorama completo. Donde tú ves una puerta cerrada, Él ve un nuevo comienzo. Donde tú ves un “no”, Él ya está trabajando en un “sí” mejor. Siempre hay algo más grande en sus planes. Siempre hay algo que escapa a nuestro entendimiento, pero no a su amor.

¿Cuántas veces has pedido algo que no llegó? Eso no significa que Dios no haya escuchado. Tal vez simplemente no era el momento… o no era lo mejor. Nuestro Padre jamás permitirá algo que termine por dañarnos. Todo lo que Él permite es por amor, aunque duela.

Confía. Confía incluso cuando no entiendas. Porque un día mirarás atrás y agradecerás que esa puerta no se haya abierto. Y verás con claridad que, mientras una se cerraba, otra más llena de luz y propósito se abría sin que te dieras cuenta.

Dios no pone sueños en tu corazón para burlarse de ti. Si te ha dado ese deseo, también te dará lo necesario para alcanzarlo… a su tiempo. No te desesperes. Aférrate a la promesa. Él sabe lo que hace.

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La dulzura del silencio

Hace unas semanas tuve la gracia de vivir mis ejercicios espirituales. Una oportunidad única para desconectarme de lo cotidiano, hacer una pausa y entregarme por completo a la oración.

Muchas veces, cuando escuchamos que son ejercicios “en silencio total”, puede darnos un poco de miedo o incluso pensar que no es algo para nosotros. Pero la realidad es que existe una belleza muy especial en el silencio.

Cuando haces silencio, tus sentidos se despiertan. Comienzas a notar los pequeños detalles: el canto de los pájaros, el viento que acaricia el rostro, la luz que entra por la ventana. Te deleitas en lo simple, pero sobre todo, entras en un estado de escucha profundo. No es un silencio vacío; es un silencio lleno de la presencia de Dios.

Esa semana se sintió un poco como cuando Jesús se retiraba a Betania a descansar con sus amigos. Días de reflexión, de descanso para el alma, de cargar el corazón para lo que viene

En ese recogimiento, experimentas algo precioso: saberse amado. Saber que no estás solo, que es Él quien sostiene, quien da la fuerza y pone los medios. Porque a Jesús lo encontramos en lo sencillo, en lo cotidiano, en el silencio. Y aunque parece contradictorio, nunca te sientes en silencio porque, en medio de ese espacio, lo estás escuchando a Él.

“Las ovejas le siguen, porque conocen su voz” (Jn 10, 4).

En medio de la turbulencia, de las agendas apretadas y los pendientes, Jesús me invitó a parar. Me invitó a dejarme encontrar por Él. Y ahí, en ese encuentro, se confirma una vez más cuánto nos ama. Nos cuida, se deleita en nuestra existencia, en nuestra simple compañía. Somos profundamente amados.

Podría escribir mucho más, porque cuando el corazón se llena, quiere desbordarse. Pero me gustaría cerrar con esto que quedó muy grabado en mí:

No tengas miedo de ir mar adentro con Jesús.

Él sabe lo que hace. Sabe cómo quiere moldear y transformar tu corazón. Confía. Déjate sorprender.

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AQUÍ TAMBIÉN SE SALVAN ALMAS

Hola, el Espíritu Santo me ha pedido que empiece a escribir para que tú también te enamores de la idea de ser santo y sepas que puedes ayudar a salvar almas en tu vida ordinaria.

Soy María, una enamorada de Jesús, soy esposa de Alejandro y mamá de 5 hijos que Dios nos ha confiado para llevar al cielo.

“No se qué tiene lo pequeño que tanto a Dios le gusta” decía Santa Teresita y sí, es que a veces podemos pensar que qué tiene lo pequeño si es lo ordinario del día a día ¿qué le podría interesar a Dios que ofreciéramos hacer la cama o el desayuno para nuestra familia?

Pues que sepas que no solo ella sino que muchos santos tuvieron la misma inspiración, así que me parece que el Espíritu Santo nos quiere decir algo ¿no crees?

Llevo más o menos un año con esto en el corazón, Jesús me ha revelado que mi salvación esta en lo ordinario, que mi camino a la santidad está en las tareas del día a día…que eso hace que mi alma lo vea en cada detalle y lo busque aun más. Y que mi testimonio va cambiar al mundo, no al mundo entero pero al mundo de las personas que se encuentren conmigo. Que ya no soy yo sino Él quien vive en mi y es lo que quiere que los demás vean en mi.

Es por eso que comienzo esta sección, tengo mucho que transmitir, hay mucho que Él quiere que leas aquí que quiere que sepas y te quiere revelar.

Quiero empezar por hablar de la santidad como algo alcanzable y de cierta manera, sencillo porque nos han hecho pensar que eso es solo para los religiosos y de hace muchos años, los que seguro “no tenían los mismos retos que tengo yo hoy”… y es verdad, para sus épocas tenían retos que no se si tu y yo podríamos hoy con ellos. Pero los vemos inalcanzables y demasiado virtuosos, creo que para empezar es porque no conocemos la historia completa sino quizá una frase bonita o la vida a partir de una conversión

Te dejo de tarea que leas sobre algún santo que te llame la atención, pero la historia COMPLETA y empieces a ver que sus vidas estaban lejos de ser perfectas pero sí llenas de la gracia de Dios.

Bueno, volviendo al tema de acercarnos a la idea de que tu y yo podemos ser santos, San José María Escrivá tenía mucho que decir de esto, me encanta cómo hablaba de la santidad como algo que se va construyendo. “¿Cómo se construye un edificio? ladrillo a ladrillo”, no apareció construido de la nada…no vamos a llegar a la santidad si no es a base de sencillos actos llenos de amor. Es vivir la santa cotidianidad, parece menor pero no lo es.

¿Quieres de verdad ser santo? -Cumple el pequeño deber de cada momento: haz lo que debes y está en lo que haces. (Camino, 815) y es así, hacer los deberes del día a día de la mejor manera que puedas y con el mayor amor posible. 

Suena demasiado sencillo ¿verdad?, lo es y a la vez requiere de mucho esfuerzo. Un esfuerzo por ESTAR de manera consciente en el momento que estas. Repito esta frase de arriba: “haz lo que debes y está en lo que haces” (me encanta que San José María nos da mucho material para esto de la santidad en lo ordinario). 

Es así, es vivir en un constante esfuerzo de estar en lo que haces, pero no solo eso no es una práctica de “mindfulness”, sino una comunión con Dios en la tarea de cada día, en hacer lo que te toca según tu deber de estado: casado, como mamá/papá, soltero, como hijo, estudiante, trabajador, etc…ofreciéndolo a Dios, cueste o no, por tu santidad y también por un anhelo o intención que tengas en el corazón. 

Me gusta hacer esto también como una alabanza, en agradecimiento que puedo hacer todas esas tareas que parecen sencillas, y monótonas quizá, pero que si una de ellas no estuviera mi vida sería otra. 

Tengo mis 5 sentidos, puedo caminar, tengo manos, una casa tirada de juguetes es que tengo hijos (pude tener hijos) y están sanos y felices para hacer todo es “tiradero”, platos sucios que significa que tuvimos qué comer, ropa que lavar es que tenemos ropa que ponernos…y así me podría seguir con cada cosa. 

Es pedirle al Espíritu Santo que cambie tu mirada, que, si ves tu cotidianidad de esta manera, con sentido de eternidad, como la santa cotidianidad que es…la vives diferente y tu alma es más dócil a Él. Lo escuchas más, te acompaña y tomas decisiones de la mano de quien más te ama y quiere tu salvación por encima de todo.

Como decía a veces es fácil y otras no tanto, ahí le pides ayuda al ES que SIEMPRE viene a tu auxilio. Es el consolador, quien Jesús nos deja para acompañarnos en nuestro peregrinar en esta tierra.

Hasta aquí nos quedamos, encomiendo de manera especial a todos los que lean esto para que el ES se mueva en sus corazones.

Y acuérdense…aquí también se salvan almas.

María H.

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Llamados a ser santos!

Así como decimos que “al cielo se llega en bola”, acompañados de nuestros amigos que, con sus oraciones y su testimonio, nos impulsan y motivan, también hay amigos que están en el cielo. Ellos, con su historia de vida, nos recuerdan que nosotros también podemos alcanzar el cielo y, como ellos, llegar a la santidad.

Antes pensaba que los santos eran algo ajeno a nosotros, un ideal inalcanzable, y que, por no ser contemporáneos nuestros, la santidad quedaba fuera de nuestro alcance. Sin embargo, con el tiempo he descubierto sus historias de vida y sus caminos de fe, que han sido luz para el mío.

¡Qué locura pensar que tenemos amigos en la tierra y en el cielo que interceden por nosotros! Ellos nos recuerdan constantemente que, al igual que ellos, también estamos llamados al cielo. Dios nos quiere y nos sueña santos.

Cada camino de santidad es único. El camino de conversión de cada uno de nosotros nos invita a confiar en que Dios hace nuevas todas las cosas. Cuando somos dóciles y le damos ese “sí” desde el amor y la confianza, suceden cosas grandes en nuestra vida.

Dios escribe derecho incluso en renglones torcidos. ¡Es que me vuela la cabeza pensar en las oportunidades de amor y misericordia que Él nos da todos los días para alcanzar el cielo!

En mis momentos de oración, me gusta imaginarme sentado en una mesa redonda con Jesús, María, el Espíritu Santo y mis amigos los santos. Esos amigos celestiales, con su intercesión y testimonio, me recuerdan que Dios es un Dios de promesas, y que cuando pone algo en nuestro corazón es porque es posible, porque nos dará los medios para lograrlo.

Hoy quiero invitarte a recordar que estamos llamados al cielo y que nos espera una eternidad llena de gozo en la presencia de Dios. Sigamos caminando juntos, “en bola”, pidiendo por la intercesión de nuestros amigos del cielo, porque ¡LA SANTIDAD ES POSIBLE Y ES HOY!

creados para ser santos
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Creados para ser SANTOS

¡Qué locura cuando decidimos soltar el control y confiar plenamente en Él! Estos últimos días he tenido la oportunidad de reflexionar profundamente sobre las veces en que, genuinamente, he soltado el control y cómo Jesús me ha sorprendido con algo más grande. Esto aplica para todos los aspectos de nuestra vida. Cada día que pasa me queda más claro que fuimos creados para ser santos y que Jesús quiere que, mientras estemos aquí, nuestro camino sea llevadero si lo recorremos de su mano.

Así como Pedro caminó sobre las aguas, todo iba bien hasta que desconfió y cayó. ¿Cuántas veces no hemos sido como Pedro, llenos de miedo, desconfianza y terminamos cayendo? Sin embargo, Jesús, sin importar cuántas veces caigamos, siempre está dispuesto a levantarnos. Ojalá tengamos las agallas de Pedro para decirle: “¡Sálvame, Señor!”

Estoy segura de que Jesús toma nuestro “nada” y lo transforma en “todo” y en algo enorme, porque así es Él. No sabe dar poco; da a manos llenas. Nos enseñan muchas cosas en la vida, pero pocas veces nos enseñan a confiar plenamente en Dios.

La realidad es que, cuando le entregamos todo sin reservas, nos sorprende con algo mejor. Dios sabe todo de nosotros, pero no es lo mismo que lo hagamos partícipe de nuestra vida. Él es un caballero, no irrumpe; al contrario, espera pacientemente y se alegra profundamente cuando lo invitamos a entrar en nuestro corazón.

¿Qué ves en mí que no me sueltas?
A pesar de nuestros tropiezos y defectos, no nos suelta. Su amor y misericordia son tan grandes que no se pueden explicar. Él no nos pide un corazón perfecto, sino uno dispuesto a dejarlo obrar en nosotros.

No somos dignos de ti, pero te necesitamos…

Hace unos meses tuve el regalo de visitar la parroquia de Nuestra Señora de Fátima, y mi corazón no podía con la belleza del lugar. Haber tenido la oportunidad de contemplar a Nuestra Madre y a Jesús Eucaristía fue una experiencia única. Experimentar el amor de Madre e Hijo envuelve el alma, y recordar ese momento hace que mi corazón vuelva a experimentar ese gozo inexplicable.

El corazón de Dios
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El corazón de Dios

había algo en el corazón que resaltaba y que hacía que siguieran adelante.

MDD
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OCÚPATE TÚ DE TODO…..

Qué fácil suena y que difícil poderle dejar a Dios que verdaderamente se ocupe de todo.