Hace unos años la soledad era un tema en mi vida y veía sus consecuencias en mis pensamientos, ideas y mentiras que creía.
Siempre tuve amigos y siempre he tenido buenos ambientes en donde me he encontrado con gente muy buena. Yo pienso que Jesús me ha cuidado mucho a través de la gente que me comparte en mi camino pero nunca había vivido la soledad tan fuerte como en mis años de universidad. Seguramente tú también has pasado algo similar o parecido.
Es verdad que aunque tenía días de sentir esta soledad, Jesús fue muy cercano y se encargó de hacerme ver que Él estaba conmigo, ¡fue una gracia!
De esta situación brotó algo más en mi relación con Jesús. En lugar de verlo como alguien lejano el cual solo se presentaba cuando yo lo invocaba, se fue haciendo cada vez más cercano, cada vez más íntimo sin violar mi libertad. Jesús se volvió mi acompañante. Y lo veía tan claro que me encontré hablando en plural. Me refería a nosotros, a Jesús y a mí. “Jesús, vamos a correr”, “Vamos a cenar con mis amigos”, “Jesús, acompáñame a esta clase que me aburre”. Puede parecer loco, pero en ese momento me consolaba mucho y me ayudaba a recordar que no estaba sola.
Hoy es verdad que mi vida ha cambiado, que la mayoría de mis días estoy rodeada de gente. Y aunque me he olvidado de hablar en plural, Jesús me ha mostrado lo tanto que me ama y que está conmigo a través de la gente que pone en mi camino o, como digo a veces, “que me comparte”.
Y es que una de las luces más frecuentes que he tenido últimamente es la gente y sus corazones. A veces le digo a Jesús que no merezco la gente que Él me comparte en el camino porque un corazón es tan grande y tan sagrado. Pero es ahí, y a través de los corazones, que Jesús me dice más y más que me ama, a través del corazón de los demás. Y más aún, de mi capacidad de dejarme amar por el otro.
Me consuela mucho ver a mi hermano siendo amigo, siendo escucha, siendo refugio, acogiendo mi corazón, cuidándolo y buscando mi bien. Esta luz y esta gracia de ser consciente de la importancia de mi hermano en mi vida me ha llevado a experimentar en carne propia la importancia de la comunidad y la comunión.
No me queda más que agradecerle a Dios por consolar mi corazón con otros corazones que me quieren y me lo dicen. ¡Jesús me invita a ser testigo de esta comunión que está llamada a una comunión más grande que todos nosotros!
Sobre todo, Jesús me dice que viva como testigo de esta comunión a la que todos estamos llamados, los unos con los otros pero también todos con el Otro más importante.
Y para decirte a ti que lees esto, ¡no estás solo! No te creas esa mentira. Estás llamado a esta comunión, nuestra comunión. Y también a LA comunión más íntima.
Jesús lleva meses diciendo que me ama con la gente que camina conmigo. Si te pasa igual, ¡seamos testigos!