Dios quiere que seamos plenos y felices, ¡nos quiere libres! Libres para ser nosotros mismos, para amar en totalidad y para vivir nuestro día a día en paz, sabiendo que tenemos un Padre que nos ama y quiere lo mejor para nosotros. Pero para poder vivir de esta manera, necesitamos emprender un camino de sanación y purificación, un camino que implica renunciar a vivir de cara al mundo y comenzar a vivir de cara a nuestro Creador que tanto nos ama.
No es un camino fácil, pero sí es algo que vale mucho la pena intentar y la Cuaresma es el momento perfecto para comenzar.
¿Qué es lo primero que viene a tu mente cuando escuchas la palabra Cuaresma? Te escribo algunas palabras en las que yo pienso: propósitos, oración, desierto, penitencia, fuerza de voluntad, confesión y tentación. La Cuaresma puede ser todo esto, pero conforme ha pasado el tiempo y lo he llevado a la oración, me he dado cuenta de que a pesar de que puede llegar a ser incómodo o retador, es un tiempo de mucha gracia y transformación… siempre y cuando sea vivido de la mejor manera y de la mano de Dios.
¿Te has dado el tiempo de preguntarle a Jesús a qué te invita esta Cuaresma?
La Cuaresma es un tiempo de purificación, un tiempo para descubrir qué es lo que hay en tu vida que te impide ser verdaderamente libre. Es un tiempo para ver lo que hay guardado en tu interior, lo que llevas cargando por poco o mucho tiempo y lo que hoy por hoy puede ser una barrera que obstruye tu relación con Dios, contigo mismo o con tu prójimo.
Normalmente, empezamos el miércoles de ceniza con mucha motivación, pero desgraciadamente hay veces que comenzamos con nuestra mirada desviada. En lugar de tener la mirada puesta en Jesús y en nuestro corazón, buscando que este tiempo sea de purificación y unión, caemos en la trampa de utilizarlo como un medio para retar nuestra voluntad y cumplir aquellos propósitos que no hemos podido cumplir.
No me mal-entiendas, cumplir propósitos no está mal; al contrario, Dios nos quiere plenos y para eso es importante fortalecer nuestras virtudes y trabajar en nuestras carencias. Sin embargo, te invito a que esta Cuaresma no te quedes en los mismos propósitos de siempre; piensa en aquello que verdaderamente puede generar un cambio en tu vida personal y espiritual.
Ve más allá, ve a lo profundo. No tengas miedo de confrontar tu vida, de cuestionarte y de principalmente preguntarle a Dios qué es lo quiere purificar y transformar en ti. La Cuaresma es el momento perfecto para hacer una pausa y reflexionar qué estás haciendo con tu presente y con los talentos que Dios te ha dado. Es el momento ideal para ir al desierto con Jesús y escucharlo; y es el tiempo de dejar actuar al Espíritu Santo para que con su poder santificador te dejes hacer nuevo (cf. Ap 21,5).
Vivimos en un mundo lleno de ruido, rodeados de anti-valores y tentaciones. Somos espíritu y somos carne. Dios nos dejó un libre albedrío y todos los días nos enfrentamos a decisiones. Pide luz al Espíritu Santo para poder fortalecer tu voluntad, para poder dar claridad a lo que te inquieta y para poder hacer un buen uso de tu libertad.
Se decide en lo pequeño, lo que después se va a vivir en grande.
El sacramento de la confesión es un regalo de Dios para la humanidad. Es un medio de amor para reconciliarnos con Él, para no perdernos. Aprovecha este regalo y pide ayuda a tu director espiritual (si no tienes, este puede ser un buen momento para conseguir uno) para poder hacer una confesión sincera, para poder pedir perdón, para poder amar más. Jesús es misericordia y anhela tener este encuentro contigo.
Para entender y escuchar la voz de Dios también hay que hacer silencio en nuestro interior. Te invito a que esta Cuaresma acompañes a Jesús en el desierto y lo observes. Medita el Evangelio y contempla a Jesús, como siendo hombre, reconoce la importancia de apartarse del mundo para hacer oración y entregarse totalmente al Padre.
Para hacer este silencio interior quizás te pueda ayudar hacer silencio del ruido exterior. Te comparto algunos ejemplos que te pueden ayudar:
- Dejar las redes sociales por Cuaresma y disfrutar tu momento presente.
- En lugar de poner música al manejar, deja momentos de silencio para platicar con Jesús.
- Haz visitas constantes al Santísimo y contempla a Jesús Eucaristía; no es necesario hablar, solo observar.
Vuelve a casa y no tengas miedo de entregarte
completamente a Dios. Él te ama y te espera con brazos abiertos, ¡quiere lo mejor para ti! Somos de Dios y hacia Él vamos. Que este año y todos los que siguen, tu Cuaresma sea diferente, que se viva con propósito y que verdaderamente puedas experimentar la gracia y el amor tan grande que Dios te tiene. Cristo vino al mundo para darnos libertad y una vida en abundancia (cf. Jn 10:10). No desaproveches este gran regalo y vive a tu Cuaresma mucho propósito y sentido.