Es verdad que muchas veces podemos sentirnos poco dignos o creer que a Dios no le interesa escucharnos, pues lo sabe todo. Es aquí donde debemos darnos cuenta que la oración con Dios, nuestro Padre y Creador, es lo que en pocas palabras podríamos describir como un intercambio de corazones, un diálogo entre amigos, una acción que no podemos limitar a un momento de nuestras vidas. ¡Qué bueno sería para nuestro corazón vivir en una constante oración!
Este intercambio de corazones es esencial en la vida de cada católico, es ese oasis al que llegamos después de experimentar el desierto, es ese lugar donde podemos descansar después de tanto ruido y ajetreo. Pero el hecho de pensar en oración puede llevarnos a creer que solo los santos lo hacían, que eso es de sacerdotes o religiosos y no podemos estar más equivocados.
En la película August Rush: escucha tu destino el protagonista, August, se guía por la música para encontrar a su papás, él había crecido en un orfanato y es la forma que usa para encontrarlos, pues es lo que suena en su interior.
En la última escena de la película, August menciona una frase que podríamos aplicar a este contexto de la oración:
“…la música está en todas partes, lo único que tienes que hacer es escuchar”
Lo único que tenemos que hacer es escuchar, ponernos de rodillas o de camino al trabajo, al empezar las clases, antes de una cita de trabajo, lo único que tenemos que hacer es escuchar.
Como católicos, no podemos ayudarle a nuestro Señor en su obra de redención si no tenemos su mismo corazón, si no estamos en un diálogo constante con Él.
Qué fácil sería vivir en este mundo si diariamente le pidiéramos a Jesús que pusiera los tesoros de su corazón en nuestro corazón, habría más amor, más compasión, más empatía con el otro.
Desde ahora no olvidemos que para orar solo debemos escuchar, dejarnos modelar por los dedos de Dios, permitir que nuestro Señor se desprenda de su Gloria para entrar en contacto con nuestra pequeñez y así poder recibir los tesoros que hay en su corazón.
Te reto a que esta semana vivas un constante diálogo con Jesús, en silencio o compartiéndole lo que te emociona, lo que te entristece, pidiéndole que te acompañe.
Sin duda será un consuelo para su corazón.
Señor, hoy quiero intercambiar mi corazón con el Tuyo. Quiero pedirte que pongas en mi corazón los tesoros que hay en el Tuyo y así yo darte los que hay en el mío.