“Jesús ha resucitado y los espera en Galilea”
Esta frase de la homilía del Papa Francisco en la Vigilia Pascual se me quedó dando vueltas en mi cabeza, ¿en Galilea? ¿No resucitó en Jerusalén? ¿Por qué me espera en Galilea si ya pasó esa parte de su vida pública?
Creo que todos tendemos a eso en estas fiestas de la Iglesia: pasa la resurrección, festejamos, y al día siguiente se nos olvida. Nace Jesús, se acaban las posadas, y al día siguiente ya está haciendo milagros con 30 años. ¡Por algo la Iglesia propone 50 días de Pascua! Sabe que somos muy torpes para darnos cuenta de la importancia de esta fiesta, ni si quiera una octava es suficiente para entrar en este misterio. ¡50 días!
Se me ocurren tres formas posibles de estar viviendo estos días post resurrección:
¿Con cuál te identificas?
- No me he dado cuenta que Jesús resucitó. Sigo en oscuridad.
- Ya celebré y listo. De vuelta a la normalidad.
- Estoy gozando la nueva vida que trae la Pascua
Sea cual sea tu situación, Jesús (a través de este escrito del Papa Francisco 😉) nos hace la siguiente invitación:
Jesús ha resucitado y te espera en Galilea.
¿Qué significa ir a Galilea? Dos cosas. Por una parte, salir del encierro del cenáculo para ir a la región habitada por las gentes (cf. Mt 4,15), salir de lo escondido para abrirse a la misión, escapar del miedo para caminar hacia el futuro. Y por otra parte —y esto es muy bonito—, significa volver a los orígenes, porque precisamente en Galilea había comenzado todo. Allí el Señor encontró y llamó por primera vez a los discípulos. Por tanto, ir a Galilea significa volver a la gracia originaria; significa recuperar la memoria que regenera la esperanza, la “memoria del futuro” con la que hemos sido marcados por el Resucitado.
Uff leí esto y todo me hizo sentido. Yo tuve el regalo de vivir tres meses en Galilea, nunca voy a superar lo increíble que fue poder todos los días ver el atardecer y meter mis pies en este lago tan especial. Pero lo más increíble es que yo podía todos los días vivir la cotidianidad como Jesús, levantarme en el amanecer a trabajar, caminar en chanclas sobre las piedras, comer pescado, sentir el sol que quema e imaginarme que Jesús sentía lo mismo que yo cada que caminaba en esta orilla.
Y creo que la palabra clave en esto para mí y por eso me hizo tanto sentido las palabras del Papa es la cotidianidad. Regresar a Galilea porque aquí viví el día a día con Jesús, ahí lo conocí como amigo, como maestro; ahí lo vi trabajar, sudar, rezar. Nuestra relación con Jesús no se basa solamente en los grandes momentos como la Resurrección o el Nacimiento, son también los pequeños detalles de intimidad que van construyendo y van haciendo camino para cuando lleguen los grandes.
Hermanos y hermanas, para resurgir, para recomenzar, para retomar el camino, necesitamos volver siempre a Galilea; no al encuentro de un Jesús abstracto, ideal, sino a la memoria viva, a la memoria concreta y palpitante del primer encuentro con Él. Sí, para caminar debemos recordar, para tener esperanza debemos alimentar la memoria. Y esta es la invitación: ¡recuerda y camina! Si recuperas el primer amor, el asombro y la alegría del encuentro con Dios, irás hacia adelante. Recuerda y camina. Recuerda tu Galilea y camina hacia tu Galilea.