¡No tengo un llamado de Dios! Últimamente en mis direcciones espirituales, y en mi vida espiritual en general esa es mi queja hacia Dios, quejarme y reclamarle que no me da un gran llamado, una gran misión… que no me da claridad en lo que estoy llamada a hacer o ser.
Y hasta hace unas semanas esa era generalmente mi forma de vivir, no dándome cuenta de lo que tengo enfrente por estar ansiando el futuro; hasta que una persona me dijo “¡basta! ¡deja de decir que no estás caminando hacia tu misión! ¡deja de decir que no tienes un llamado!
Tu llamado es aquí y ahora, tu llamado está enfrente de ti”
Son de esas llamadas de atención que te sacuden por completo, que te hacen ver la realidad de otra forma y te dan ganas de vivir de manera distinta desde ya. Y no solo te cambian la forma de ver lo exterior sino tu interior, de un segundo a otro eres capaz de saberte llamada, valiosa y con una misión importante por cumplir.
Realmente la vida se vive de distinta manera cuando se vive no esperando que llegue el día que podamos decir “sí” sino cuando ese “sí” se da diariamente, en la situación que se tiene enfrente y con la persona que se tiene alado. Es en la realidad donde se va construyendo, donde se va caminando y donde se va revelando el paso a dar; es en el aquí y ahora donde uno va cumpliendo con la misión que poco a poco se va siendo dada.
Pienso mucho en los apóstoles, esos hombres locos que respondieron a un llamado casi casi a ciegas, que dieron una respuesta sin saber muy bien qué conllevaba el llamado. Creo que si cada uno de ellos ahorita ve en retrospectiva su vida puede decir que llegaron a ser lo que fueron porque su sí perseveraba, porque cuando querían decir que no recordaban el sí anterior y les daba esperanzas y fuerzas para continuar. No llegaron a ser santos porque un día Jesús les dijo toda su misión, les dejó una lista de pasos a seguir y ellos sólo iban completando la checklist.
Llegaron a la santidad porque veían el potencial de santificar la situación que tenían delante de ellos y lo hacían.
Y hay millones de formas de santificar y hacer de nuestra misión lo que se tiene enfrente: sonreír, mirar a los ojos, intentar comprender por lo que está pasando el otro, buscar amar… Cada pequeña oportunidad es una gran respuesta de amor, cada llamado pequeño es una respuesta a a la gran misión que Dios tiene para cada uno de nosotros, solo es cuestión de seguir caminando, de no dejar de dar pasos y seremos capaces de ver el gran camino que hemos recorrido y la increíble misión que ya Dios nos ha dado.