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Del ayuno a la relación

Es tan rico recibir. Que te den un regalo, que recibas una invitación que esperabas, que compartan contigo alegrías. Creo que en parte para eso vivimos, para disfrutar, para recibir y compartir con el otro. Aunque esto pudiera parecer contradictorio, en el ayuno también recibimos.

Siento que hablar del ayuno es hablar de algo lejano, de una práctica antigua que no tomamos tan en serio. Probablemente sea porque no lo entendemos, no entendemos el por qué, o mejor, el para qué.

¿Qué gano ayunando?

Me encantaría decirte que es fácil “ganar” algo con el ayuno. Como diría un amigo “I’m not gonna sugar coated” (no voy a cubrirlo en azúcar). Ayunar es ir en contra de lo que creemos que queremos. Y ahí está la clave: ir en contra de lo que creemos que queremos. Hemos creído querer o a veces hasta necesitar algo. Este querer o necesitar se disfraza de deseo. Así que, ¿qué ganas por ayunar? Purificar tu deseo.

Ayunar puede parecer radical pero no radical de manera externa, sino internamente. El ayuno es vaciarse de uno mismo, de esos caprichos o antojos disfrazados de deseos y reemplazarlos con Alguien.

(Si te interesa el tema de los deseos te recomiendo este libro que escribimos un amigo sacerdote y yo: El Corazón Joven)

Vacío con Alguien

Sin Dios el ayuno no tiene sentido. La realidad es que nuestros corazones gritan por comunión, con los demás, con Dios. No somos islas, no hemos sido creados para estar solos. Si sabemos esto, ¿por qué creer que el vacío se vive solo? ¿Por qué creer que el vacío te lleva a la soledad?

El ayuno nace del deseo de relación con el Señor. Ayunamos para vaciarnos de todo lo que no es Dios. Ayunamos para dejarnos purificar esos caprichos disfrazados de deseos y encontrar a nuestro deseo más grande. Ábrele la puerta a ese deseo más grande que hay en tu corazón: una relación de Amor con el Amigo.

Estos próximos días santos recuerda eso, el ayuno te lleva a la relación, a tu deseo más profundo, al agua que sacia tu sed.

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